Durante las últimas semanas el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha querido presentarnos un panorama económico idílico, negando por activa y por pasiva que España está al borde de una crisis. Hay que reconocer la flema británica de Solbes al quitar hierro a la situación, cuando los indicadores revelan la desaceleración a marchas forzadas de la economía. Por imperativo de las elecciones del 9 de marzo, la consigna del Gobierno es que la economía se mantiene fuerte como un roble. Y quien afirme lo contrario es un catastrofista que lo único que pretende es amargar el buen rollo a los españoles. No obstante ante la avalancha de indicadores negativos, desde hace unos días el Ministro de Economía reconoce que la economía se está desacelerando (bonito eufemismo para decir que está sufriendo un violento frenazo y sin ABS) pero que no hay motivos de preocupación, ya que la coyuntura sigue siendo buena para España ¡Viva el optimismo y abajo los agoreros!
La experiencia me ha enseñado que uno de los mejores barómetros que anuncian las crisis económicas es el índice de impagados. Baste, como muestra, la tasa de impagos que tuvo lugar a partir de finales de 1992, cuando después de la fiebre olímpica y la alegría de la Exposición de Sevilla, la economía sufrió un batacazo de narices, ante la impotencia del Gobierno de Felipe González. Según datos del INE, en 2007 la cuantía total de efectos impagados superó los 11.493 millones de euros, o sea un 27,8% más que en 2006. Vale la pena señalar que el 3,5% del total de los efectos resultaron impagados y que el importe medio de los efectos de comercio impagados aumentó un 23,1% en 2007 respecto al año anterior. De modo que en el 2007 se ha producido un fuerte aumento de los efectos comerciales impagados que han sido gestionados a través de las entidades bancarias; no obstante un dato revelador que demuestra la imparable escalada de los impagos es que en diciembre de 2007 el importe de los efectos impagados ascendió a 1.253 millones de euros, lo que representa un incremento del 40,1% en relación con el mismo mes de 2006. Para que nadie piense que el repunte de diciembre es un hecho aislado, como botón de muestra, en noviembre de 2007 el importe de los efectos impagados ascendió a 1.105 millones de euros, lo que representa un incremento del 32,34% en relación con el mismo mes de 2006, con lo que la tendencia de la morosidad es claramente al alza y a ritmo galopante. Por otro lado las insolvencias judiciales crecieron un 16,2 por ciento en 2007 frente a 2006. Por si fuera poco, entre enero y noviembre de 2007 se han disuelto casi un 63% más de empresas que en el mismo período de 2006. Lo peor de todo esta información estadística es que estos datos sólo son la punta del iceberg, puesto que los pagos entre empresas que se realizan sin documentar las operaciones con efectos de comercio no aparecen en ningún registro y escapan a todo censo. Según datos facilitados por Iberpay, la Sociedad Española de Sistemas de Pago, los efectos sólo representan el 1,45% de los más de 1.439 millones de operaciones de pago en España a lo largo de 2007, mientras que los adeudos en cuenta significaron el 74,35% y las transferencias el 18,90% del total. Hay que tener en cuenta que el volumen total de operaciones de pago realizadas a través de Iberpay asciende a un importe superior a los 2 billones de euros y en cuanto a la distribución relativa de los importes correspondientes a estas operaciones, los efectos sólo suponen el 8,41% de este monto, o sea que son un pequeño porcentaje de los pagos; en el extremo opuesta están las transferencias que representan casi el 42% de las cuantías liquidadas a través del sistema bancario y en segundo lugar están los cheques, que tienen una cuota del 32,5%..
En consecuencia toda la morosidad derivada de cheques que jamás se libraron, transferencias que nunca fueron ordenadas, los adeudos en cuenta frustrados por falta de fondos o deudores que en lugar de entregar un pagaré al acreedor, le soltaron la manida frase: “ya te pagaré”, no aparece en ninguna estadística.
Pere J. Brachfield, morosólogo, Profesor de finanzas de EAE y autor de “Memorias de un Cazador de Morosos”
La experiencia me ha enseñado que uno de los mejores barómetros que anuncian las crisis económicas es el índice de impagados. Baste, como muestra, la tasa de impagos que tuvo lugar a partir de finales de 1992, cuando después de la fiebre olímpica y la alegría de la Exposición de Sevilla, la economía sufrió un batacazo de narices, ante la impotencia del Gobierno de Felipe González. Según datos del INE, en 2007 la cuantía total de efectos impagados superó los 11.493 millones de euros, o sea un 27,8% más que en 2006. Vale la pena señalar que el 3,5% del total de los efectos resultaron impagados y que el importe medio de los efectos de comercio impagados aumentó un 23,1% en 2007 respecto al año anterior. De modo que en el 2007 se ha producido un fuerte aumento de los efectos comerciales impagados que han sido gestionados a través de las entidades bancarias; no obstante un dato revelador que demuestra la imparable escalada de los impagos es que en diciembre de 2007 el importe de los efectos impagados ascendió a 1.253 millones de euros, lo que representa un incremento del 40,1% en relación con el mismo mes de 2006. Para que nadie piense que el repunte de diciembre es un hecho aislado, como botón de muestra, en noviembre de 2007 el importe de los efectos impagados ascendió a 1.105 millones de euros, lo que representa un incremento del 32,34% en relación con el mismo mes de 2006, con lo que la tendencia de la morosidad es claramente al alza y a ritmo galopante. Por otro lado las insolvencias judiciales crecieron un 16,2 por ciento en 2007 frente a 2006. Por si fuera poco, entre enero y noviembre de 2007 se han disuelto casi un 63% más de empresas que en el mismo período de 2006. Lo peor de todo esta información estadística es que estos datos sólo son la punta del iceberg, puesto que los pagos entre empresas que se realizan sin documentar las operaciones con efectos de comercio no aparecen en ningún registro y escapan a todo censo. Según datos facilitados por Iberpay, la Sociedad Española de Sistemas de Pago, los efectos sólo representan el 1,45% de los más de 1.439 millones de operaciones de pago en España a lo largo de 2007, mientras que los adeudos en cuenta significaron el 74,35% y las transferencias el 18,90% del total. Hay que tener en cuenta que el volumen total de operaciones de pago realizadas a través de Iberpay asciende a un importe superior a los 2 billones de euros y en cuanto a la distribución relativa de los importes correspondientes a estas operaciones, los efectos sólo suponen el 8,41% de este monto, o sea que son un pequeño porcentaje de los pagos; en el extremo opuesta están las transferencias que representan casi el 42% de las cuantías liquidadas a través del sistema bancario y en segundo lugar están los cheques, que tienen una cuota del 32,5%..
En consecuencia toda la morosidad derivada de cheques que jamás se libraron, transferencias que nunca fueron ordenadas, los adeudos en cuenta frustrados por falta de fondos o deudores que en lugar de entregar un pagaré al acreedor, le soltaron la manida frase: “ya te pagaré”, no aparece en ninguna estadística.
Pere J. Brachfield, morosólogo, Profesor de finanzas de EAE y autor de “Memorias de un Cazador de Morosos”